viernes, 4 de junio de 2010

GRECIA V: CTESIBIO


Se cree que Ctesibio vivió hacia el siglo III a.C. y que Herón y Vitrubio fueron sus discípulos, aunque no está del todo aclarado. Lo que sí está bien claro es que dejo tras de sí una inmensa cantidad de ingenios.

A los griegos les gustaban mucho los relojes de agua egipcios, por ello los mejoraron para que no sólo marcaran el discurrir del tiempo, sino verdaderamente la hora. Ctesibio añadió una boya  flotante con una estatuilla que al subir de nivel, iba marcando la hora que era. Además, el torno donde estaban señaladas las horas se iba girando según el día y época del año, ya que en verano, los días son más largos.


En vez del señorín, también existía la opción de poner unas ruedas dentadas que giraran al subir el agua y conectadas a unas manecillas, lo que daba ya un aspecto de... ¡un reloj de aguja!



Para conseguir que se autorregulara el primer modelo y además girara automáticamente el torno una vuelta cada año, simplemente añadió un sifón y unas ruedas dentadas:




Cuando el flotador llegaba al punto más alto, que coincidía con la curva del sifón, el agua se escapaba por éste hacia una rueda inferior dividida en compartimentos. Debido al peso del agua, la rueda giraba, evacuando el agua y moviendo su eje central que estaba unido a una serie de ruedas dentadas que acababan girando el cilindro donde estaban anotadas las horas. De esta manera, calculando el número de dientes de cada ruedecilla, se conseguía que el torno volviera a su punto inicial cada 365 días.

Como verás, le chiflaban los relojes y llegó a diseñar infinidad de ellos, algunos aprovechaban la fuerza del agua para mover figurillas, girar torres, que cayeran bolitas o suenaran trompetas. Este tipo de relojes los usó Platón, pero con un silbato que despertaba a sus alumnos! De hecho, dicen que este filósofo llegó a construir un reloj con forma de pájaro mecánico que sonaba cuando subía la marea hacia el 250 a.C. (Ya sabemos a quién tenemos que agradecer el despertador....)

A Ctesibio también le gustaba la música, por esto perfeccionó y desarrolló el hydraulis, apoyándose en estudios egipcios, un órgano hidraúlico (ay, si lo pillara Emilius!)

Sobre la base del órgano había una cisterna metálica octogonal  con un émbolo cilíndrico al lado. Apoyada encima, iba una caja de aire de la que salían los tubos y que tenía adosado un teclado. Para hacerlo sonar debíamos mover la palanca A, que comunica el movimiento al émbolo, de tal manera que la válvula E está cerrada, por lo que el aire sale empujado a través del tubo D y llega a la válvula abierta F (trabaja inversamente a la anterior), acabando en el recipiente G. Entonces el aire sube hacia la caja eólica para salir finalmente por los tubos, pero además, con su empuje, saca el agua del recipiente G por unos orificios hacia la cisterna grande. Al soltar la palanca inicial A, el émbolo cae por su propio peso, abriendo la válvula E y cerrando la F, permitiendo la entrada de aire exclusivamente del cilindro externo. Además, el agua de la cisterna grande tiende a igualar el nivel del recipiente H con el que está comunicado y se sigue expulsando aire hacia la caja eólica. Ésta es la clave que diferencia el órgano hidraúlico del de aire: la corriente de aire es constante.




Una vez el aire en la caja eólica, se distribuía por los tubos a voluntad gracias a un mecanismo en el teclado: si tocábamos la palanca A, se permitía el paso del aire hacia el tubo elejido. Un material elástico F, unido por un cordel a la palanca, permitía que, al soltar la palanquita A, se cortase el flujo de aire.
Mecanismo del teclado en el Hydraulis

































Otro invento de Ctesibio fue una bomba para sacar agua, que describieron Herón y Vitrubio:


2 comentarios:

  1. Uno de los grandes precursores del reloj, un sueño del hombre de controlar, lo que quizás sea incontrolable, la eternidad. Hacerlo por medio mecánicos o con agua o arena.

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  2. RELOJ


    Vas moliendo las horas, inclemente;
    para hacer cataplasmas del olvido,
    que borren de los ojos y el oído
    las agudas dolencias del presente.

    Mas no podrás jamás, de nuestra mente,
    desterrar los recuerdos de mi nido,
    descosiendo las briznas del tejido
    que le zurce la trama a nuestro ambiente.

    ¡Eres tirano de tu propia vida,
    que deshilas del tiempo la madeja
    cuando vas como buey en el arado

    escribiendo tu ruta repetida!
    Mientras aumentas la dolencia vieja
    que renace en el surco caminado

    Reinaldo Bustillo Cuevas

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